- Forrest, ¿alguna vez sueñas con quién vas a ser?
- ¿Quién voy a ser...? ¿Es que no voy a ser yo?
- Siempre serás tú, pero otro tú distinto. ¿Sabes? Yo quiero ser famosa. Quiero ser cantante como Joan Baez. Quiero estar en un escenario vacío sólo con mi guitarra, mi voz... Yo sola. Y quiero conectar con la gente a nivel personal y poder decir cosas de persona a persona.
- As for you, my galvanized friend, you want a heart. You don't know how lucky you are not to have one. Hearts will never be practical until they can be made unbreakable.
La lucidez es un don y es un castigo. Está todo en la palabra, lúcido viene de Lucifer, el arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido viene de Lucifer y Lucifer viene de "lux" y de "fero", que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz, el que trae la luz que permite la visión interior.
En cierta ocasión, José Arcadio le miró el cuerpo con una atención descarada, y le dijo: "Eres muy mujer, hermanita." Rebeca perdió el dominio de sí misma. Volvió a comer tierra y cal de las paredes con la avidez de otros días, y se chupó el dedo con tanta ansiedad que se le formó un callo en el pulgar. Vomitó un líquido verde con sanguijuelas muertas. Pasó noches en vela tiritando de fiebre, luchando contra el delirio, esperando, hasta que la casa trepidaba con el regreso de José Arcadio al amanecer. Una tarde, cuando todos dormían la siesta, no resistió más y fue a su dormitorio. Lo encontró en calzoncillos, despierto, tendido en la hamaca que había colgado de los horcones con cables de amarrar barcos. La impresionó tanto su enorme desnudez tarabiscoiteada que sintió el impulso de retroceder. "Perdone", se excusó. "No sabía que estaba aquí." Pero apagó la voz para no despertar a nadie. "Ven acá", dijo él. Rebeca obedeció. Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando: "Ay, hermanita; ay, hermanita."